La arana que nos dio la bienvenida en nuestra cabana.
Las cascadas que nos rodeaban y que banaban la selva.
Una de las hermosas vistas que teniamos al despertar.
La terracica de nuestra cabana...
Descansando el cuerpo de tantas horas de autobus...
Nuestra cabana: rodeados de selva.
Haciendo treckking con esa pinta de boy-scout.
Paseo en canoa hacia el poblado Akha.
Dandole bananas y cana de azucar a nuestro amigo "Nohaipod".
La foto mas buscada y el paseo mas exotico.
Las cortinas de aquel autobus que nos llevaba a Chang Rai, con borlas colgantes e hilos dorados, resplandecian mas que los rayos filtrados de sol y paisajes que vivian fuera de aquella burbuja de ruedas, sin palanca oxidada ni sintonia oriental en su radio estrenada.
Las cortinas de aquel autobus que nos llevaba a Chang Rai, con borlas colgantes e hilos dorados, resplandecian mas que los rayos filtrados de sol y paisajes que vivian fuera de aquella burbuja de ruedas, sin palanca oxidada ni sintonia oriental en su radio estrenada.
Con la pena entre los dientes y el gelido sudor que me produjo el aire acondicionado de aquel autobus y de sus cristales empanados, llegamos a la entrada desierta de aquella ciudad; esquivando, previamente, el destino de todos los compatriotas que compartieron asiento con nosotros desde Bangkok y marcado por una Lonely Planet que nos congrega en manada en lugares como estos (Chang Mai) y nos obliga a esquivar sus rutas y a alejarnos del rebano de misticos oradores y declarados filosofos de viajes y aventuras provistos de sus Ray Ban, calzados de sus coloridas brasilenas y vistiendo tipicos pantalones thai que, nunca, vistieron ni el mas autentico de los varones tailandeses...
Desierta de novedades culturales y autoctonas entre sus provincianos, desierta de la belleza que presagiabamos en la naturaleza del norte del pais y desierta de algo por visitar diferente a un nuevo templo o un nuevo mercado...
Gracias a un folleto publicitario que la educada oficinista de la estacion de autobuses adjunto a nuestros tickets, contemplamos la posibilidad de dirigirnos a la Guest House que publicitaba el impreso, cautivados por la ubicacion de la misma: a 25kms del pueblo, a 1500m de altura, entre un magnifico valle de impresionantes montanas pobladas de espesa vegetacion y de bellas cascadas, rodeados de plantaciones de bananas, de campos de te y de arroz y cerca de las villas trivales que, bajo los 20m2 de sus hogares de madera y canas, aguardan a entusiasmarnos con las insignias de sus creencias y de sus coloridos harapos (Tribus Akha).
Y asi, alejados durante dos dias y medio del ruido de los "tuck-tuck" (tipico taxi tailandes de tres ruedas) comisionados por el flujo diario de nuestra extranjeria y de nuestra comodidad, nos relajamos...A pesar, de las aranas que nos recibieron en la cabana y que, produjeron en Victor unos sudores temblorosos y unos sospechosos espasmos y, pese a las cien generaciones de mosquitos e insectos varios de tamanos descomunales que alli poblaban y que tatuaron nuestros cuerpos y nuestros desquiciantes insomnios.
Y...previo pago de una tasa que sufrago el sustento, por un mes y medio, de aquella familia-propietaria de Akha Hill House y que provoco que nos planteasemos, a partir de entonces, reducir nuestro presupuesto diario; conseguimos subirnos a uno de aquellos magnificos elefantes que paseara nuestras curiosidades y mi vertigo y nos reencarnara, por un momento, en dos persas recorriendo el desierto, desde alla arriba...
Tras esa fotografia que colgaremos en un artistico collage, en una de las paredes de nuestra casa y, tras el check-out pausado y rutinario de una nueva manana, habia llegado la hora de cruzar la frontera y entrar en Laos, en su misterio y en sus raices; provistos, esta vez, de una Lonely Planet en ingles, que conseguimos en una tienda de objetos usados de Bangkok y a un precio, por supuesto, negociado.
Desierta de novedades culturales y autoctonas entre sus provincianos, desierta de la belleza que presagiabamos en la naturaleza del norte del pais y desierta de algo por visitar diferente a un nuevo templo o un nuevo mercado...
Gracias a un folleto publicitario que la educada oficinista de la estacion de autobuses adjunto a nuestros tickets, contemplamos la posibilidad de dirigirnos a la Guest House que publicitaba el impreso, cautivados por la ubicacion de la misma: a 25kms del pueblo, a 1500m de altura, entre un magnifico valle de impresionantes montanas pobladas de espesa vegetacion y de bellas cascadas, rodeados de plantaciones de bananas, de campos de te y de arroz y cerca de las villas trivales que, bajo los 20m2 de sus hogares de madera y canas, aguardan a entusiasmarnos con las insignias de sus creencias y de sus coloridos harapos (Tribus Akha).
Y asi, alejados durante dos dias y medio del ruido de los "tuck-tuck" (tipico taxi tailandes de tres ruedas) comisionados por el flujo diario de nuestra extranjeria y de nuestra comodidad, nos relajamos...A pesar, de las aranas que nos recibieron en la cabana y que, produjeron en Victor unos sudores temblorosos y unos sospechosos espasmos y, pese a las cien generaciones de mosquitos e insectos varios de tamanos descomunales que alli poblaban y que tatuaron nuestros cuerpos y nuestros desquiciantes insomnios.
Y...previo pago de una tasa que sufrago el sustento, por un mes y medio, de aquella familia-propietaria de Akha Hill House y que provoco que nos planteasemos, a partir de entonces, reducir nuestro presupuesto diario; conseguimos subirnos a uno de aquellos magnificos elefantes que paseara nuestras curiosidades y mi vertigo y nos reencarnara, por un momento, en dos persas recorriendo el desierto, desde alla arriba...
Tras esa fotografia que colgaremos en un artistico collage, en una de las paredes de nuestra casa y, tras el check-out pausado y rutinario de una nueva manana, habia llegado la hora de cruzar la frontera y entrar en Laos, en su misterio y en sus raices; provistos, esta vez, de una Lonely Planet en ingles, que conseguimos en una tienda de objetos usados de Bangkok y a un precio, por supuesto, negociado.
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