Todas las fachadas de los templos estaban decoradas con este curioso estilo balines: precioso.
El tranquilo balines artesano que fabricaba cestas de mimbre.
Mi super regalo de cumpleanos!!. Victor te quiero.
Y asi era la habitacion por dentro...Una noche sin cucarachas!.
Los jardines del hotel. El recepcionista no se creia que, con las pintas que llevabamos fueramos a pagar esa habitacion...
Mi rostro de felicidad y de relajacion dentro de esa estupenda piscina.
Su rostro de satisfacion por acertar con el regalo.
Queria simular una balinesa por un dia...Dios!! que baño nos dimos despues de cuatro meses...
El interior del hotel al que fuimos al dia siguiente: tampoco estaba nada mal, pero sin lujos.
Y detras, el sector femenino del desfile con las ofrendas para los dioses sobre la cabeza.
Puerta de entrada de nuestro hotel y todos los demas...Maravilloso.
Bello paisaje de campos de arroz desde la terraza de la cafeteria.
Casa de la cultura de Ubud.
En el centro del jardin y en el centro de todas las fotos.
Hemos registrado a Ubud en nuestro cuaderno de recuerdos y de sensaciones como la "ciudad-spa" en la que cumpli 28 años.
Era una ciudad, sin duda, especial y con un delicado halo de misterio engalanado por hotelitos de piedra, con puerta carcomida del moho que, a sus paso deja el monzon, con un minitemplo coronando el centro del hall y coquetos bungalows dispuesto de manera circular alrededor del antiguo santuario; calles y avenidas amplias y limpias decoradas, a cada lado, por delicadas y gustosas tiendas de antiguedades y de arte que pintaban la ciudad de color acuarela, con mucho estilo, como estilo tenian aquellas esculturas de bronce y de madera disenadas con la mayor de la humildad. Como elegantes, eran los trajes tradicionales y los artesanos juguetes que aquellos artistas de cincel y martillo, de aguja y de pincel disponian para el gusto y el placer de sensibles y afortunados.
Era una ciudad, sin duda, especial y con un delicado halo de misterio engalanado por hotelitos de piedra, con puerta carcomida del moho que, a sus paso deja el monzon, con un minitemplo coronando el centro del hall y coquetos bungalows dispuesto de manera circular alrededor del antiguo santuario; calles y avenidas amplias y limpias decoradas, a cada lado, por delicadas y gustosas tiendas de antiguedades y de arte que pintaban la ciudad de color acuarela, con mucho estilo, como estilo tenian aquellas esculturas de bronce y de madera disenadas con la mayor de la humildad. Como elegantes, eran los trajes tradicionales y los artesanos juguetes que aquellos artistas de cincel y martillo, de aguja y de pincel disponian para el gusto y el placer de sensibles y afortunados.
Era una ciudad-spa porque relajadas eran sus esquinas y sus contornos, tranquilos y educados sus vecinos, con curiosas y sonoras danzas y fiestas populares y nada ruidosas ni sucias... Resultaba relajante y terapeutico disfrutar de un cafe en cualquier terraza de cualquier bar delicadamente decorado y cuidado y con un gusto especial condimentado de ubicacion y recogimiento; saboreando la tranquilidad de aquel bello paisaje de campos de arroz anegados y nenufares flotando en aquellas aguas calmas.
Las balinesas festejaban sus fiestas, por aquellos dias, visitiendo bellos trajes de hilos dorados y faldas largas y muchas flores y, ellos, con satenes y rasos de color marfil y tipicos sombreritos de tela combinados con el estampado dorado de su galante y tradicional vestimenta.
Con el sabor en la piel del maravilloso hotel en el que pasamos mi cumpleanos, con la bonita velada de esa noche en el restaurante balines en el que cenamos solos y nos despreocupamos de nuestra humilde condicion de viajeros sin fondos y con la energia que recibimos de aquella ciudad y de sus colores y su lluvia, nos despertamos el siete de julio y un "privado" conductor del pueblo nos esperaba para llevarnos a la estacion de autobuses mas cercana, para dirigirnos hacia el volcan de Bromo, en Java: seguiamos nuestro camino hacia Bromo, dejando, ya, atras Bali y sus contrastes y su particular belleza.
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