martes, 10 de agosto de 2010

MALASIA: KUALA LUMPUR


A la llegada a Chinatown de Kuala Lumpur.

En el mercadillo de falsificaciones de Chinatown.

Una de las mezquitas de la ciudad.

En un puesto de fruta.

El jardin, con su lago, para nosotros solos.

Paseando por la zona comercial.

Mezcla de culturas: se comen las pizzas con la cara tapada, por debajo del panuelo.

Lujoso centro comercial por fuera.
Y ahora en el interior.

Muestra de la dimension de los edificios de la ciudad.

Asadero de pollos, en la acera.
Vista de la ciudad desde el puente de las Torres.

Policia del pais.

En el salon de nuestra guesthouse... como en casa.

Las Torres Petronas al amanecer.

Desde arriba da mas vertigo...











En directo se ven mucho mas altas que en las fotos.








Una de las tantas calles de Chinatown: el barbero, el repartidor de bebidas, los puestos ambulantes de sopas y fideos y nosotros.








Esperando el senorito la cena en el sofa de la terraza de nuestro hotelito...

Fue nuestra mejor cena en todo el viaje: tortillica espanola y vino de Rioja.
Esta vez, el bus no se detuvo en la tipica estacion de autobuses, en el centro o a las afueras, sino que nos dejo en las puertas mismas de un soberbio centro comercial que nos hizo percatarnos, sin demasiada dificultad, de que no solo habiamos llegado a la capital de Malasia, sino que, ademas, alli se apostaba con capital y se perdia o se ganaba con flujo de dinero y sin pobreza a la vista.
Por encima de nosotros, pasaba en ese momento un moderno y practico sky, que termino llevandonos a la parte de la ciudad, de la que habiamos leido y escuchado que resultaba economico y agradable el alojamiento en ella. Recurriamos, asi, una vez mas, a los barrios fundados en un principio por forasteros (en Singapore, fue Little India y, en este caso, era Chinatown) y convertidos, mas tarde, en compatriotas con diferente idioma que ayudan a inflar las arcas del pais gracias a la proyeccion turistica de sus barrios exoticos con comercios de souvenirs y falsificaciones, hostales asequibles y rudimentarios, comida callejera en cada esquina y refugio de los intensos dias de ruido en el centro de la ciudad.

Rasgamos las paginas de aquel Chinatown y, omitiendo la transformacion que quisimos imaginar del barrio de antano y del mercado nocturno de falsificaciones atractivas en que se habia convertido, nos salpico la historia que se leia entre lineas de aquella comunidad china que vivia totalmente integrada con la comunidad malaya y que, en este caso, no trabajaban para pregonar su asentamiento en la ciudad y en el pais con una exacerbada denominacion de origen.
El dueno, por ejemplo, de la guest house en la que estabamos alojados, era malayo de ascendientes chinos y sus rasgos fisicos le situaban mas entre estos que en la nacionalidad que su carnet de identidad le adjudicaba.
Chinos y malayos se admiran, se investigan, se ayudan y se luchan por la diversidad que los diferencian y por la riqueza comunitaria que se aportan. Las mezquitas musulmanas de los malayos lindaban con los templos chinos recogidos y coloristas; las puertas de ambos permanecian abiertas para con ellos y para los que no rezamos a sus dioses.
Al sudoeste de la ciudad, encontramos una bonita y amplia zona boscosa, mitad salvaje y mitad ajardinada, flanqueada por un agradable recorrido a pie de llanos y ascensos que nos llevaba hasta un lago; lugar elegido por recien casados indios y malayos para enmarcar el reportaje de su amor y de su bonito dia y para sudar el raso y el encaje de un pomposo vestido a la una de la tarde y bajo un sol que no conocia de florituras nupciales. Y, a la vista de los locales que pernoctaban aquel jardin, deducimos que aquel era el unico uso que le daban.
La modernista mezquita nacional culminaba este paseo desde el lado opuesto al que lo iniciamos y un gran numero de templos mas humildes y edificios emblematicos.
El centro de la ciudad, lo presidian las famosas Torres Petronas (ahora, el quinto edificio mas alto del mundo) de un modo solemne y portentoso y, alrededor de estas, una multitud de edificios interminables, bellos en diseno algunos y otros simplemente dispuestos de manera rectangular y apuntando verticalmente hacia el cielo que desean conseguir a traves de los negocios financieros, economicos, bancarios, comerciales, sumergidos, camuflados, multimillonarios, internacionales, honrados o sanados que, dia a dia, se facturan y se despachan en su interior.
No muy lejos, se disponian las hileras de centros comerciales y del lujo asiatico que se huele desde el escaparate, con sus minilocales alternativos y los de siempre, los de renombre y los de andar por casa, en los que me sentia incomoda al adentrarme sin gotas de delicado perfume rociando mi cuello sudado y en los que me tentaban con esa bienvenida de puertas abiertas y ofertas a la entrada,...
La entrada y subida hasta el punto mas alto de las populares Torres, era posible mediante un ticket gratuito, sorprendentemente; a cambio, tuvimos que pagar en especie el ahorro de la visita turistica, ya que se nos fue media vida al escuchar el despertador sonar a las 5.45 am (nos habian dicho que estuvieramos en la oficina donde se conseguian los tickets a las 7.00 am) y la otra vida, en las dos horas que estuvimos haciendo cola, de pie, bostezando y con el aire acondicionado al maximo, hasta las nueve que abrian las puertas.
Resulto que la vista maravillosa que ibamos a captar se redujo a la que podiamos contemplar desde el puente que une las dos Torres y de poco sirvio haber llegado a aquel maravilloso edificio de 452 metros de altura. Asi, tras un obligatorio video explicativo de la fortuna del dueno de aquella obra arquitectonica de toneladas de acero y de metros interiores sin utilizar, dueno a su vez de una importante compania petrolifera y de varias empresas nacionales de indole similar, un escalofrio nos recorrio el pensamiento y la inocencia y este mismo, se llevo aquella muestra de arte y de fortuna a algun otro paraiso fiscal en el que el resto de multimillonarios engrosan sus pozos sin fondo, pero de manera mas ordinaria y con menos arte. Tambien pudo ser por pura vanidad y ansia de galeria... Se aceptan apuestas.
De una manera u otra, la mitad de cada torre permanecia vacia de vida, de movimiento y de utilidad y el hormigon, el acero y el cristal de cada una de aquellas salas suma una importante cantidad de dinero, no amortizada ni siquiera en parte, por las miles de visitas diarias de turistas que reciben.
Aprovechando el entorno acogedor y hogareno que se saboreaba en nuestra guesthouse, decidimos celebrar la ultima noche en Kuala Lumpur con una cena para dos sin arroz y sin pollo: fuimos al supermercado, como en casa, y tras proveernos de todo lo necesario preparamos un menu espanol compuesto basicamente por una tortilla de patatas con aceite de soja y cebolla china y un vino de Rioja en vasos de plastico. Resultaron deliciosas: la cena, el decorado y el momento de despedirnos de la ciudad con el regusto de encontrar y de hacer de cualquier lugar del mundo una parte de ti mismo y de lo tuyo; y poder llevarlo a cuestas hasta cualquier parte y disfrutarlo.

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