En el taxi local, de camino hasta la estacion de tren mas cercana a la frontera de Tailandia.
En el tren, de camino a Ko Thao.
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La moto en la que recorrimos la isla y los caminos que tuvimos que atravesar ( a ratitos, sobre ruedas y otros caminando).
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Una de las playas que componen la isla: Shark Beach.
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Parada en la playa para darnos un bano. Ese dia, la mochila la llevaba yo.
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Los corales dominaban todo el fondo de la playa: me costo entrar.
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Otra de las bonitas y salvajes playas de la isla.
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Ultimo dia en Ko Thao. El monzon no daba tregua: diluviaba todos los dias, un ratico.
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Nuestra playa, a primera hora de la manana y sin demasiada gente.
Una de las calles de la isla, llamando por telefono a casa.
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Una de las artisticas fotografias de Victor, con el menu de comida thai al fondo.
Una de las artisticas fotografias de Victor, con el menu de comida thai al fondo.
El desembarco masivo de turistas en la isla.
La moto en la que recorrimos la isla y los caminos que tuvimos que atravesar ( a ratitos, sobre ruedas y otros caminando).
Una de las playas que componen la isla: Shark Beach.
Parada en la playa para darnos un bano. Ese dia, la mochila la llevaba yo.
Los corales dominaban todo el fondo de la playa: me costo entrar.
Otra de las bonitas y salvajes playas de la isla.
Ultimo dia en Ko Thao. El monzon no daba tregua: diluviaba todos los dias, un ratico.
Nuestra playa, a primera hora de la manana y sin demasiada gente.
Regresabamos a Tailandia, esta vez, para visitar las islas del sur que dejamos como reserva de descanso para el final del viaje.
Elegimos, entre todas, Ko Thao porque habiamos escuchado y nos habian contado de viva voz, que era la mas tranquila de entre todas y la menos turistica o con zonas aun no demasiado explotadas por comercios y locales de dia y nocturnos.
Llegar hasta alli, desde Palau Perehentian, resulto tambien agotador y extenuante: la barca que nos dejo en el puerto de la ciudad mas cercana, un autobus desde alli hasta Kota Bharu, noche de descanso en esta ciudad, a la manana siguiente autobus hasta la frontera de Malasia con Tailandia, taxi local hasta la estacion de tren mas cercana (cruzando los controles policiales armados y respetables, que sitian esta parte de la frontera del pais, velando por la seguridad de los ciudadanos y de los visitantes ante las amenazas de enfrentamientos y brotes violentos, que se producen a raiz de la violencia desatada entre los radicales musulmanes y los radicales budistas), tren de 18 horas y, por ultimo, ferry de tres horas hasta Ko thao...puffff!!!.
Nos recorrimos la playa grande de la isla, en busqueda de esa cabanita en la arena por un modico precio y con bonitos amaneceres al despertar que nunca encontramos, ya que las escasas cabanas que reunian estas condiciones, estaban controladas por las escuelas de buceo que bombardean la isla de publicidad, de promociones, de fiestas y de atraccion turistica y, en el resto de las playas de la isla, por los dos o tres resorts que alojan a los que prefieren la tranquilidad de una cala estupenda, lejos de fiestas de australianos y espectaculos travesties thais.
Nos alojamos, finalmente, en una limpia y comoda habitacion cercana a la playa y paseamos nuestra primera intencion de finalizar el viaje rodeados de arena, de sol, de chiringuito y de marea por aquella pasarela de ninos rubios y rubias monas, de cuerpos con ganas de fiesta y con fiestas posibles hasta el amanecer, de demasiado ruido para nuestros cuerpos con canas y nuestras ansias de silencio y de borrachera casi a solas...
Realmente, no resulto ser el escenario en el que situabamos la despedida de este viaje, por varios motivos: porque el paraiso necesita silencios y soledades que alli resultaba complicado encontrar; porque la playa donde residian los alojamientos asequibles a nuestro presupuesto, no disponia ni de un bano maravilloso ni del entorno del que veniamos y al que Malasia o Indonesia nos malacostumbro; porque nos apetecia sentirnos mas lejos de todo, ahora que ya se acercaba el final...
Hubo intentos de alejamiento y de busqueda de alternativas y alquilamos una moto (con mucha tension en el cuerpo y con mucho miedo todavia, por los recuerdos y los dolores de otros tiempos...) y recorrimos las playitas y las calas que conforman la isla y probamos sus aguas y su ambiente; pero, resultaron en la practica, solo playas "de domingo", en las que resultaba mucho mas costoso alojarte y en las que la escasez de servicios, en este caso, era tal que resultaria un tanto aburrida y con poco que ofrecer a la vida nocturna de aquellos dias.
Descubrimos tambien el lado oscuro de los thais de playa, de su malhumor y su malestar producido, suponemos, por el atiborramiento de turismo con el que tienen que convivir mas de la mitad del ano...Solo recibimos trato amable y acogedor de la senora que nos cocino, durante los ocho dias que estuvimos en la isla, de su hija y su empleada. Gracias.
Por todo ello y contra planteamientos primarios, decidimos que era absurdo alargar la estancia en Ko Thao, si hasta ahora la tonica constante de nuestro viaje habia sido ENCONTRAR un hueco en cada lugar que visitabamos y escuchar a nuestros sentidos y alli no sentiamos que estaba una parte de nosotros mismos...De modo que, compramos un billete de ferry y otro de bus que nos llevara a Bangkok y desde alli, cruzariamos una ultima frontera (no planeada, en un principio) hasta Camboya para darnos la oportunidad de conocer una de las maravillas del mundo: ANKOR WAT.
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