Primer vistazo a la ciudad, con la mochila aun en la espalda.
Nuestro alojamiento en Singapore: un albergue de 50 camas con fachada de hotel.
Little India. Casas de estilo colonial, pero ellos le daban un colorido especial.
Un centro comercial cualquiera...
Ya la entrada daba miedo, por la cartera...
Mas contrastes... arquitectonico y culturales.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGXLrJ5r-5kmnJdup22YQSe3Q5CDlhZTp9XdJAKtqGiLzMKn7p7eHrHcGJ0DNGg4BXB5KwppN7UZ-qeTYEYDUgXV1rucbOp1eheKPSixHVjMjeQbV2JKh4ef0PQXxIZwgxsmuh-yqqszk/s320/IMG_4130.JPG)
Otro bonito contraste de Singapore: Mezquita arropada de rascacielo.
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La furia roja tambien alcanzaba a los ciudadanos de Singapore.
Salida del metro al moderno Chinatown.
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Era tan temprano que ni los chinos habian comenzado a trabajar.
Callejuelas de comercios y restaurantes chinos entre coloridos edificios de estilo colonial.
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Templo de los diez mil budas. Abajo, Maria Jose bailando el asereje.
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Templo budista de origen chino.
Monjes budistas rezando.
Mercado nocturno de Little India.
Una cervecita en nuestro hotelito backpackers.
Partida de ???? chino. No sabemos quien gano.
La casa del Parlamento.
Fijaos en el contraste arquitectonico entre las casas coloniales y los rascacielos a sus espaldas.
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Admirando los rascacielos desde el paseo de la bahia.
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Grandes edificios. Sus duenos: los bancos chinos.
Sopas con bolas de pescado...y practicando con los palillos.
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Fumando espero en la esquina...para evitar una multa de 1000e.
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Subimos arriba y desde su mirador fotografiamos la bella ciudad.
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El simbolo de su bandera arrojando agua a la bahia.
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Sombrillas de acero con ventilador solar en las calles de Singapore.
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El lujo de los centros comerciales: con canales, gondolas y gondoleros.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0SmrKyndlDoi6PpU_W2MDQUb324eM0y5x0IatplZoWNK9iNiWO0fpGrnaq7w3ybHUYNHyy4oU_AegLNA9Co9RsRsVBpWv9_g6CRgcLGLVQ6wHUaYX4_S3RhMiEyOKPAeawTzjbpVIpl4/s320/IMG_4404.JPG)
Skyline de los rascacielos junto a la bahia.
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Vista nocturna de la ciudad.
Otro bonito contraste de Singapore: Mezquita arropada de rascacielo.
La furia roja tambien alcanzaba a los ciudadanos de Singapore.
Salida del metro al moderno Chinatown.
Era tan temprano que ni los chinos habian comenzado a trabajar.
Callejuelas de comercios y restaurantes chinos entre coloridos edificios de estilo colonial.
Templo de los diez mil budas. Abajo, Maria Jose bailando el asereje.
Templo budista de origen chino.
Monjes budistas rezando.
Mercado nocturno de Little India.
Una cervecita en nuestro hotelito backpackers.
Partida de ???? chino. No sabemos quien gano.
La casa del Parlamento.
Fijaos en el contraste arquitectonico entre las casas coloniales y los rascacielos a sus espaldas.
Admirando los rascacielos desde el paseo de la bahia.
Grandes edificios. Sus duenos: los bancos chinos.
Sopas con bolas de pescado...y practicando con los palillos.
Fumando espero en la esquina...para evitar una multa de 1000e.
Subimos arriba y desde su mirador fotografiamos la bella ciudad.
El simbolo de su bandera arrojando agua a la bahia.
Sombrillas de acero con ventilador solar en las calles de Singapore.
El lujo de los centros comerciales: con canales, gondolas y gondoleros.
Skyline de los rascacielos junto a la bahia.
Vista nocturna de la ciudad.
Con la arena de las playas de Indonesia, aun, en los bolsillos y con la salsa de coco en el paladar llegamos a una de las ciudades mas importantes del mundo.
El exotismo asiatico ya no venian representado aqui por paradisiacas playas de cocoteros y selvas, ciudades ataviadas de lujosos rituales y ceremoniales, palacios de sultanes con azulejos de oro y poder,...; en este caso, lo representaban los rascacielos que presidian cada avenida y los edificios, casi esculturales, que coronaban el centro de la ciudad a modo de bienvenida a una de las capitales del mundo.
Para conseguir una habitacion en aquella urbe, con un presupuesto ajustado al resto del sudeste asiatico, tuvimos que alojarnos en la Little India que se habia construido en la parte sudoeste de la ciudad. Alojamientos, la mayoria, gestionados por australianos que colocan el letrero en la entrada de "Backpackers Hotel" y establecen unas tarifas que veniamos pagando por lujosos hoteles en todos los lugares que dejamos atras.
Esta parte de la ciudad, resulto tan curiosamente extravagante como el reflejo y los retratos de cada esquina, que te hablaban de los que por alli pasaron y de lo que queda: los comercios indios ruidosos y coloristas se disponian a lo largo de los soportales de coquetas casas de estilo colonial ingles, las mezquitas musulmanas colindaban con templos hindues y budistas e iglesias catolicas y la serenidad y el delicado paseo que te ofrecian las calles con olor a colonialismo de antano y a rescatado glamour presente, contrastaban con atractiva energia con los domingos de fiesta y de ruido, de multitudinaria congregacion de los indios con sus cervezas, sus thalis, sus currys, sus personales reminiscencias de su amada tierra y su machista manera de celebrar la alegria y de festejar el ocio dejando a sus mujeres en casa.
El Chinatown de Singapore, resulto reducido a tres comercios sin demasiada mercancia que vender y sin la vida propia de una China que, alli, escaseaba y que nos hipnotizo en el barrio del mismo nombre que vive en Bangkok o que, mas tarde, encontrariamos en la capital de Malasia.
Y, por antonomasia y por reiterado que resulte escucharlo, Singapore es, sin duda, la ciudad mas limpia del mundo. Gracias a prohibiciones que, a gente como los espanoles, nos pueden resultar sobrepasadas, desmedidas y contra-libertad-festiva (esta prohibido, por ejemplo, fumar o comer chicle por la calle), se ha mantenido la imagen extremadamente cuidada y pulcra en una ciudad de cinco millones de habitantes y en la que viven culturas y razas que, ni imponen ni mantienen reglas civicas de este tipo en sus paises de origen y, aqui, las aplican y las respetan.
No solo estaba provista la ciudad de papeleras-cenicero a cada cien metros de cualquier calle, sino que disponian de una infraestructura de medios de transporte publicos que nada tiene que envidiar a la que disponen ciudades como Nueva York o Tokio y de inventos tan sencillos como unas sombrillas de acero en las calles con ventilador solar en su interior.
Y si el lujo y el poder economico al caminar por la quinta avenida de Nueva York es abrumador y extasiante, no menor resulta ese paseo en chanclas y camiseta descolorida de cuatro meses de sudor, sol y falta de lavadora, por los centros comerciales y avenidas descomunales que dibujan el centro de la ciudad y le dan nombre y apellidos al por que resulta tan caro vivir alli o disponer de un vehiculo de cuatro ruedas.
Gracias a lo imposible que nos resultaba (a nuestro monedero y a nuestro remordimiento de conciencia) tomarnos un "lunch" o una cena en cualquier restaurante de aquella carisima ciudad, descubrimos a los que viven al otro lado y muy lejos del lujo y la riqueza que presiden los rascacielos financieros y los edificios bancarios que casi tocan el cielo con su altura y su dinero.
Commimos con ellos sus sopas de pescado y fideos, su pollo asado con salsa agridulce y sus rollitos de primavera y nos relataron un resumen de sus esfuerzos diarios por mantener su negocio, su trabajo y su supervivencia en aquella ciudad de y para ricos.
Y asi, como ricos, contratamos un autobus de asientos de piel con efecto masaje y con esa felicidad, producida por la comodidad y el lujo que estabamos disfrutando en aquel autobus y al que no estabamos nada acostumbrados, cruzamos una nueva frontera y llegamos al pais que nos quedaba por descubrir: Malasia.
El exotismo asiatico ya no venian representado aqui por paradisiacas playas de cocoteros y selvas, ciudades ataviadas de lujosos rituales y ceremoniales, palacios de sultanes con azulejos de oro y poder,...; en este caso, lo representaban los rascacielos que presidian cada avenida y los edificios, casi esculturales, que coronaban el centro de la ciudad a modo de bienvenida a una de las capitales del mundo.
Para conseguir una habitacion en aquella urbe, con un presupuesto ajustado al resto del sudeste asiatico, tuvimos que alojarnos en la Little India que se habia construido en la parte sudoeste de la ciudad. Alojamientos, la mayoria, gestionados por australianos que colocan el letrero en la entrada de "Backpackers Hotel" y establecen unas tarifas que veniamos pagando por lujosos hoteles en todos los lugares que dejamos atras.
Esta parte de la ciudad, resulto tan curiosamente extravagante como el reflejo y los retratos de cada esquina, que te hablaban de los que por alli pasaron y de lo que queda: los comercios indios ruidosos y coloristas se disponian a lo largo de los soportales de coquetas casas de estilo colonial ingles, las mezquitas musulmanas colindaban con templos hindues y budistas e iglesias catolicas y la serenidad y el delicado paseo que te ofrecian las calles con olor a colonialismo de antano y a rescatado glamour presente, contrastaban con atractiva energia con los domingos de fiesta y de ruido, de multitudinaria congregacion de los indios con sus cervezas, sus thalis, sus currys, sus personales reminiscencias de su amada tierra y su machista manera de celebrar la alegria y de festejar el ocio dejando a sus mujeres en casa.
El Chinatown de Singapore, resulto reducido a tres comercios sin demasiada mercancia que vender y sin la vida propia de una China que, alli, escaseaba y que nos hipnotizo en el barrio del mismo nombre que vive en Bangkok o que, mas tarde, encontrariamos en la capital de Malasia.
Y, por antonomasia y por reiterado que resulte escucharlo, Singapore es, sin duda, la ciudad mas limpia del mundo. Gracias a prohibiciones que, a gente como los espanoles, nos pueden resultar sobrepasadas, desmedidas y contra-libertad-festiva (esta prohibido, por ejemplo, fumar o comer chicle por la calle), se ha mantenido la imagen extremadamente cuidada y pulcra en una ciudad de cinco millones de habitantes y en la que viven culturas y razas que, ni imponen ni mantienen reglas civicas de este tipo en sus paises de origen y, aqui, las aplican y las respetan.
No solo estaba provista la ciudad de papeleras-cenicero a cada cien metros de cualquier calle, sino que disponian de una infraestructura de medios de transporte publicos que nada tiene que envidiar a la que disponen ciudades como Nueva York o Tokio y de inventos tan sencillos como unas sombrillas de acero en las calles con ventilador solar en su interior.
Y si el lujo y el poder economico al caminar por la quinta avenida de Nueva York es abrumador y extasiante, no menor resulta ese paseo en chanclas y camiseta descolorida de cuatro meses de sudor, sol y falta de lavadora, por los centros comerciales y avenidas descomunales que dibujan el centro de la ciudad y le dan nombre y apellidos al por que resulta tan caro vivir alli o disponer de un vehiculo de cuatro ruedas.
Gracias a lo imposible que nos resultaba (a nuestro monedero y a nuestro remordimiento de conciencia) tomarnos un "lunch" o una cena en cualquier restaurante de aquella carisima ciudad, descubrimos a los que viven al otro lado y muy lejos del lujo y la riqueza que presiden los rascacielos financieros y los edificios bancarios que casi tocan el cielo con su altura y su dinero.
Commimos con ellos sus sopas de pescado y fideos, su pollo asado con salsa agridulce y sus rollitos de primavera y nos relataron un resumen de sus esfuerzos diarios por mantener su negocio, su trabajo y su supervivencia en aquella ciudad de y para ricos.
Y asi, como ricos, contratamos un autobus de asientos de piel con efecto masaje y con esa felicidad, producida por la comodidad y el lujo que estabamos disfrutando en aquel autobus y al que no estabamos nada acostumbrados, cruzamos una nueva frontera y llegamos al pais que nos quedaba por descubrir: Malasia.
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