La belleza representada de esta manera y el pensamiento navegando junto a las olas...
Asi se banan las ninas musulmanas en sus maravillosas playas...
La selva acababa en el agua y el agua olia a selva y a calma...
Reinos del paraiso...
La playa y casi la isla era solo para nosotros.
Nuestra cabanita en la arena y despertandonos el sonido del mar.
Bronceado, con ropa ligera y sin preocupaciones...
Subida al arbol que hacia de salon del hotel...en la parte de abajo, los vecinos a lo suyo...
Me gusta la felicidad tranquila de mis ojos en esta foto.
La barca proveedora a media tarde, sin trabajo.
La barca en la que nos fuimos de Palau Kapas.
Nos retiramos a una pequena isla de Malasia que elegimos al azar, entre varias que pueblan la costa este del pais, en busqueda de un paraiso solitari, alejado de ruidos europeos y de vocinas urbanas, en el que poder disfrutar de una puesta de sol sentados en la arena, sin nadie mas alrededor y sin prisas, sin regateos, sin sofocantes mananas de turismo callejero, disfrutando, esta vez, del sol que dora el coral del mar y nuestra piel quemada de horas de pueblo y de urbe...
Y la encontramos, a la primera y para siempre.
Palau Kapas: exotismo en su marca y en su cata, paraiso sin pretensiones desorbitadas y sin necesidad de anuncios, humilde retiro de grandiosas escapadas regalandote, cada manana, un amanecer mas bonito.
Serenas sus aguas y sus noches sin espectaculos de fuegos en la arena; acompanados por el canto de los guekos y la llamada de la marea; refrescando las noches de pensamientos o de cervezas con las intermitentes amenazas del monzon viniente e insonorizando los ecos que nos seguian despertando, a media noche, con el rumor de la tranquilidad refugiada que nos adormecia dulcemente, como las olas...
Las provisiones, de los cuatro hoteles que comercializaban en la isla y las nuestras, llegaban dia si y dia no, a traves de una barca de motor que saltaba por encima de las olas y no navegaba y que nos facturaba los viveres y los caprichos a precio unico y sin competencia. Pero, no habia otra manera de vivir alli con muy pocos vecinos y no pagar esa exclusividad privilegiada y elegida al azar.
En una de esas mismas barcas, una manana cargamos nuestras sensaciones de isla magica y nuestra paz de cabana y sal y nos fuimos a probar suerte a una, mas conocida, isla vecina: Palau Perhentian.
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